Friday, April 06, 2007

TITULO
* Fascinación por lo popular

* “Triste golondrina macho”, “Amor del bueno” y “Muy señor mío”, por Manuel Puig, Beatriz Viterbo Editora, Buenos Aires, octubre de 1998. Edición al cuidado de Graciela Goldchluk y Julia Romero. 222 páginas.

(Por Daniela Spósito)



Tanto Graciela Goldchluk como Julia Torre, las platenses encargadas del cuidado de la presente edición, tomaron años recopilando textos de Puig, escuchando su música, visitando sus lugares, parientes y amigos. A través de un prolijo trabajo inspirado en la genética textual, ambas críticas pudieron reconstruir, entre escritos hallados y música de bolero, estas tres obras de teatro, inéditas en castellano.
Triste golondrina macho (1989), había sido publicada, hasta el momento, sólo en Italia. La presente versión de este texto teatral, respeta los significativos cambios realizados por Puig después de su edición inicial.
Dos hermanas, el fantasma de una tercera y un forastero, conforman la acción que transcurre a fines del siglo pasado, dando cuenta de amores y de abandonos. Goldchuk ubica la estética elegida esta vez por Puig -la cual, como siempre, sacude e interroga al lector- cercana a la “tradición gótica”, “surrealista” y “asociada al cuento de hadas”.
En cuanto al melodrama Amor del bueno, las historias amorosas -reconstruidas a partir de manuscritos fechados en 1974- transcurren, entre bolero y bolero, en el Méjico de la década de los cuarenta. Según el mismo Puig “las canciones (...) van a resultar el núcleo poético de la obra”. La mayoría de los boleros-ranchera pertenecen a José Alfredo Jiménez. Aquí, como refiere Goldchluk, Puig sugiere que sólo existen dos clases de amor : los mezquinos o los “sublimes, generosos, desmesurados hasta el sacrificio o el crimen”.
En cuanto a Muy señor mío (1975), esta comedia musical con tangos cantados en tono de bolero, utiliza la parodia -en el escenario del Méjico de los 50’s-, para hablar de tópicos frecuentes en la narrativa puigiana. Los análisis exhaustivos de las psicologías de sus personajes seducen al lector -a través de un estilo ajeno al llamado arte ‘culto’ : el folletín, la literatura popular, el tango, el bolero, el melodrama cinematográfico y radial. Las narraciones dan cuenta de las identidades sexuales, el amor, el autoritarismo y la represión, en un estilo que, como reconoce el mismo Puig, está hecho “con los desechos, con la basura que arrojaba la gente culta ; con las sobras que dejaba la Intelligentzia de la Argentina”.
Los tres escritos anuncian la nueva estética que el escritor comienza a incorporar en su dramaturgia hacia finales de los setenta : el cuestionamiento de una moral pacata de clase media, de los lugares comunes y de las identidades preestablecidas. Logra su cometido gracias a la eficacia de su tono transgresivo, desmitificador e irónico, que explora territorios impensados para inventar nuevas formas de vida : la propuesta de una ética y una política impugnadoras. Una crítica que, como apunta Pere Gimferrer (En Aproximaciones a Manuel Puig), “empieza por serlo del lenguaje”.

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El argentino Manuel Puig -fallecido hace casi un decenio-, se convirtió best-seller con su segunda novela : Boquitas Pintadas y fue candidato a Premio Nobel de Literatura. En 1982 ganó en Italia el premio a la mejor novela latinoamericana con El beso de la mujer araña, llevada al cine por Héctor Babenco. Fue censurado por varias de sus obras, entre ellas, The Buenos Aires Affair, por lo cual ingresó en la lista negra de escritores prohibidos y debió dejar la Argentina. Recién a partir del ’80, a pesar de que sus obras siguieran censuradas, su literatura comenzó a circular nuevamente entre los lectores. Por estos días, puede hablarse de un resurgimiento de su obra(nuevas ediciones, charlas, congresos), al punto que muchos no dudan al referirse a una “moda Puig”. No obstante, su nombre aún no ha sido incorporado, de manera efectiva, en el cánon universitario.
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SUPLEMENTO TEMAS - La Voz del Interior

VOLANTA
Regulación jurídica de Internet

TITULO
La ciberjusticia


SUMARIO
De visita por Córdoba, los especialistas en Internet Guy Drout y Alain Stern, invitados por la Embajada de Francia y la Alianza Francesa, plantearon los principales problemas jurídicos y éticos que conlleva el uso de Internet. La necesidad acerca de regular la utilización de Internet, sobre la cual existe actualmente un vacío legal, a la vez que buscar una nueva ética, es un problema en torno de cuyos intereses dirimen hoy, no sólo los internautas, sino las grandes empresas y gobiernos nacionales de todo el mundo.

Por Daniela Spósito


-¿Cuáles son los avances en relación a la regulación de Internet ?
G.D. : Ante el vacío jurídico que existe en esta materia, en París se realizó, a fines del año pasado, una Cumbre para pensar la regulación de Internet por parte de los Estados nacionales. Si bien Internet se define como un espacio de libertad, la mayoría de los países encuentran necesaria una regulación para fijar grandes orientaciones políticas a esta actividad. Hablo de regulación, no de reglamentación. Una regulación permite que la gente actúe libremente en el marco de ciertos límites predefinidos. Estas actividades sirven para rectificar mecanismos. Pero sabemos que los límites que hoy se plantean, sobre una tecnología que está en evolución constante, mañana pueden quedar obsoletos. Antes se habían realizado regionales entre los países de Asia, de Africa del Sur, y las redes mediterránea y europea de 1999. Este año, se realizará una reunión en Bamako. Todas reuniones para pensar una forma de corregulación internacional.
-¿Por qué se necesita una corregulación?
G.D. : El principio de corregulación no es ni una regulación por el poder público ni por el poder privado, no se trata de una regulación unilateral por parte de un estado, ni tampoco de una autorregulación por parte de los usuarios. Se supone que tiene que haber un acuerdo internacional para regular, porque Internet no conoce fronteras. La corregulación supone un entendimiento entre Estados, operadores y usuarios, de manera de encontrar un amplio consenso para definir los límites de esta regulación. Para que la ley sea eficaz, tiene que ser firmada por todos los países. Cada Estado podría poner reservas y establecer sus propias reglas, con la prerrogativa de que éstas tienen que estar de acuerdo con las internacionales.
- ¿Cuál es la posición de Francia?
G.D. : En Francia se está desarrollando un proyecto de Ley reguladora de Internet -la primera en esta materia-, por iniciativa del Primer Ministro. En los Estados Unidos también existen inciativas en este sentido, pero los norteamericanos, a diferencia del bloque europeo que pone el acento en las libertades humanas del ciudadano, parten de la libertad de comercio. Se creó el Comité interministerial para la sociedad de información, conformado por el Primer Ministro y los Ministros de Justicia, Cultura y Comunicación y Telecomunicaciones. Esta es una importante instancia de decisión que permite, por ejemplo, la consulta pública on line sobre el sitio del Primer Ministro. También hay una Comisión interministerial de mantenimiento técnico que acaba de alivianar el proceso de creación de empresas, que se puede hacer ahora on line vía Internet.
La Cumbre de París se refiere también a un aspecto económico, que tiene que ver con el desarrollo equilibrado de Internet. Hoy existe un desnivel importante: la mayoría de las personas conectadas se registran en los Estados Unidos. Sobre la totalidad de los conectados en el planeta, un 42 % es de dicho país. Frente a esta desigualdad norte/sur, la Unesco está preocupada por proponer un desarrollo más igualitario, sobre todo, porque Internet es entendida como un medio de distribución de saberes y, por lo tanto, una fuente importante de riquezas. También hay un proyecto, adoptado el año pasado por el gobierno francés: la Sociedad de información. Han aparecido sitios con contenidos que no son lícitos por ley, por ejemplo, de pedofilia, prostitución, sitios racistas... es un fenómeno planetario. Hoy el servidor Yahoo, el segundo en el sistema norteamericano, está ganando páginas nazis a través de las cuales se pueden comprar objetos nazis. Cuando Francia descubrió ésto, la Liga interna contra el racismo y el antisemitismo, quiso hacer una querella contra Yahoo. Pero como el sitio es norteamericano, la querella debía ser llevada a un tribunal de dicho país. En Norteamérica la libertad de expresión es bastante amplia y la jurisprudencia, en materia de medios, es muy liberal. El propietario de ese sitio invocó la primera corrección de la Constitución de los Estados Unidos, en la que se establece la libertad de expresión. Creemos que la Corte Suprema va a fallar diciendo que en USA hay libertad de expresión, por lo que el sitio de Yahoo va a poder permanecer.
-¿Cómo se resguarda la privacidad en este nuevo espacio sin fronteras?
G.D. : Entre los proyectos que hay actualmente en discusión en la cumbre de París, hay uno que concierne específicamente a la protección de datos personales: información que tenga que ver con las opiniones políticas de las personas, su filosofía, su pertenencia religiosa, sindical, étnica... Todo tipo de recolección de datos de este tipo se va a convertir en ilegal, lo cual no quiere decir que ésto se vaya a respetar. Si bien la Constitución Nacional francesa, que protege el derecho a la privacidad, no tiene injerencia sobre la regulación de Internet, la Declaración de Derechos Humanos de 1789, forma parte de los derechos actuales de los habitantes de ese país. El artículo 11 de la Declaración de 1789 proclama la libertad de comunicación. La jurisprudencia del Consejo Constitucional, que es el organismo que se encarga del respeto de la Constitución, extendió este principio de libertad que estaba previsto, en un primer momento a los medios gráficos, a los medios electrónicos como la radio y la televisión. Pero todavía no hay decisiones con respecto a Internet.


CUADRO
“Poner límites a la realidad”

En el nacimiento de las ciudades, en la Grecia del siglo V, el espacio fundamental en el que se constituye el escenario de la democracia naciente es el ágora, el teatro representativo en el que se dirimen los problemas públicos. En el ciberespacio virtual del siglo XXI, ¿podremos seguir hablando de democracia representativa? ¿Cómo se están redefiniendo los límites entre lo privado y lo público? Al respecto, Guy Drout responde:
“Marshall Mac Luhan, el profeta de Toronto, escribió en los 70’s que la historia del hombre se puede dividir coincidiendo con la evolución de los medios de comunicación masiva. En una fase de la humanidad, se comenzaron a utilizar los escritos para los intercambios. Entonces, lo escrito modeló todos los comportamientos de la vida y las modalidades de los intercambios. El espacio democrático, ahí, coincidía con el del ágora clásico. Este autor agrega que, con la llegada de los medios electrónicos, entramos en una nueva era. Si tenemos en cuenta el nivel planetario que alcanzan las actuales comunicaciones masivas, podemos decir que estamos frente a un ágora planetaria, la famosa aldea global, la humanidad formando parte de un mismo sistema estructurado sobre la comunicación electrónica. Con lo electrónico, las fronteras entre lo público y lo privado tienden a confundirse cada vez más. Es posible que en el futuro, tengamos cibertribunales, los jueces por un lado, el inculpado o acusado en su prisión, filmado por una cámara y, desde su casa, el jurado. Los debates serían vía Internet. Se modificaría, evidentemente, el campo teatral tradicional de la escena jurídica y política. “Pero si las reglas de procedimiento se siguen respetando, la democracia va a ser salvaguardada. Lo que está en peligro no es la democracia, sino el costado humano del procedimiento. La vida pública avanza sobre la vida privada, como ha pasado con el teléfono celular, que ha hecho que la intimidad haya desaparecido. Otro ejemplo: hay parejas que han instalado en su casa una cámara de Internet y todo el mundo puede ir a ese sitio y ver lo que hacen en la intimidad de su casa. La ley ha perdido un poco su sentido en estos casos, en los que todos tenemos permiso para hacer esto. “Antes, tanto el exhibicionismo como el voyeurismo, solían estar dentro de las posibilidades de lo imaginario. Hoy, que lo virtual es lo real y lo real, lo virtual, no se tiene conciencia de si se ha cometido o no un hecho desviado de la norma general. Estamos asistiendo a una revolución de las costumbres. Lo importante de una ley es que permitirá volver a poner los límites de la realidad en un territorio que, hoy, parece dominado por lo imaginario.”




CUADRO
El lacre del siglo XXI

Se acaba de votar, en Francia, la ley de la firma electrónica, con el objeto de adaptar el derecho de la prueba a las nuevas tecnologías de la comunicación. Los intercambios comerciales que hoy se realizan por Internet, hacen necesario modificar los hábitos jurídicos, sobre todo, tomar en cuenta las pruebas no materiales. Resulta un poco paradójico, ya que siempre se ha relacionado la prueba con algo material. Pero desde ahora, lo inmaterial va a servir como prueba. Hasta hoy, para iniciar una querella, había que presentarse ante un juez. Con la evolución de la ciberjusticia, ésto se podrá hacer vía Internet. Esta ley también va a implementar una reglamentación de acuerdo al Consejo de Estado Francés y a la Comisión de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Comercio Internacional con la Unión Europea.
“La firma electrónica se convertirá en el lacre del Siglo XXI”, arriesga Alain Stern. Todavía no se sabe cómo se va a implementar, si a través de un código, de una impresión digital del dedo que se podrá apoyar sobre un periférico adosado o, incluso, con la huella que deja la mirada, acercando los ojos a un identificador, mediante un elemento sensible que toma una foto del iris, el cual funciona a manera de código secreto. “Igual que sucede con las huellas digitales, no hay dos iris que se parezcan”, explica Stern. El aparato deberá reconocer el iris de la persona para que la firma sea válida.
Toda la precisión que conlleva esta maravilla tecnológica, no obstante, tendrá -y mal que les pese a los investigadores-, alguna fisura en su sistema. Alguna falla cuyo descubrimiento, seguramente, estimulará el ingenio de crackers y hackers. Los entendidos, ya están resignados de antemano: “De todas maneras sabemos que siempre habrá falsificadores que, así como lo hacen con la firma, tratarán de falsificar una mirada”, reconoce Stern.






Noticia
Alan Stern es experto en problemáticas sociales y miembro del Comité Técnico Radiofónico de las regiones Provenza-Alpes-Costa Azul y Córcega. Guy Drout es profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Aix-en-Provence (Derecho de los Medios) y del Instituto de Estudios Políticos de Aix-en-Provence, del cual es Director de la sección Información-Comunicación. Es autor de artículos de Derecho de la Información y de la Comunicación, de Derecho Civil y de Ciencias Políticas, así como de algunos libros sobre la relación entre la problemática audiovisual y el derecho.
Suplemento Cultura – La Voz del Interior

“POBRE DE MI”

ANTES DEL FIN
Memorias
Sabato, Ernesto
Seix Barral
214 páginas

Por Daniela Spósito

“Me molestan las críticas de los resentidos...”, decía Ernesto Sabato en un reportaje, allá por 1996. Y proseguía : “Yo sólo espero el reconocimiento de la posteridad. Lástima que no me voy a enterar nunca”. La aparición reciente de sus Memorias, le acerca, “Antes del fin”, a ese sitial postrero en el cual, finalmente, será reverenciado tal como él considera que lo merece.
Escrito en clave autobiográfica, este libro
funciona como una máquina inventiva que produce un atormentado e incomprendido personaje llamado Ernesto Sabato. ¿De qué manera fabrica su imagen este exitoso hombre público, convertido -tal como lo demuestran en su ensayo María Pia López y Guillermo Korn (Sabato o la moral de los Argentinos, Bs. As., América Libre, 1997)- en la “conciencia moral de los argentinos”?
“Antes del fin” -que ya se ha transformado en best-seller- permite a este irresistible fenómeno mediático, pasión de multitudes y maestro de vida, continuar con la tarea iniciada en sus escritos y entrevistas: hacer del suyo un rostro heroico, el modelo ético nacional.
Quien ocupa esa función fija -por su mediación- lo que merece ser dicho, pensado y actuado, a través de un discurso que porta una fuerte voluntad de verdad.
“Emblema sintomático de una sociedad” que “en alguna medida optó por el silencio o la delación”, sostiene Eduardo Grüner refiriéndose a Sabato. ¿Qué tipo de sujeto moral delinean las palabras de este personaje, suscitador tanto de odios vehementes como de amores exultantes? ¿Dónde radica la irresistible capacidad de seducción de esta presencia “iluminadora”?
En “Antes del fin” -como en el resto de las producciones sabatianas- hay un claro compromiso ontológico frente a la concepción de sujeto, el cual es interpretado como “persona”, en el sentido cristiano del término (aunque se considera ateo, se permite dudar de su propio ateísmo), lo cual muestra la impronta religiosa del existencialismo sabatiano. La persona es “sagrada” y propensa a la duda, la angustia y la tristeza, aunque posee un resto de esperanzas. La esperanza es, en Sabato, una virtud privada: una mujer que barre la puerta de su casa después de un terremoto basta para recobrar la fe perdida y salvar al ser humano de un destino de desdicha eterna. En su idea de comunidad ideal, los vecinos jamás hablan de política : ellos charlan amablemente sobre el clima y las plantas. Todo lo que suene a sujeto colectivo convoca, para este pensador, reminiscencias totalitarias. De esto se trata su personalismo humanista: uno, el barrio y el universo.
La retórica mística de Sabato supone conceptos metafísicos, entendidos como valores sustantivos. Esta operación, al naturalizar, deshistoriza. La vocación; el llamado; lo absoluto; el alma; el ser humano como integridad; la vuelta a los orígenes y a la tierra; el bien frente a lo demoníaco; la revelación; la salvación, son valores no referidos a la práctica, que aparecen como evidentes por sí mismos y más allá de toda crítica. Conceptos ahistóricos y universales que evidencian la voluntad hegemónica de verdad que porta el texto: violencia legitimada. Estos valores, como todos los fundamentos de las creencias religiosas, no son racionales : tienen que ver con la fe, suponen un ciego acatamiento.
La mirada retrospectiva del ex-físico devenido escritor recuerda la crisis espiritual de los años jóvenes; el alejamiento del mundo científico, del racionalismo y del PC; el anarquismo; el rechazo al dinero... También da cuenta de su paso por el surrealismo, por la revista Sur, su relación con Borges, el encuentro con el Che. Está presente -de manera recurrente-, su antiperonismo. El líder justicialista fue, para Sabato, “un resentido social -hijo natural como era-“, aunque defiende la figura de Eva, la cual es reconstruida como una heroína apolítica; esa mujer es quien preside los hogares pobres junto a la Virgen, santa Evita.
El enamoramiento con su mujer, Matilde, merece un capítulo aparte. Aquella jovencita “me había mirado como si yo -pobre de mí- fuese una especie de divinidad”, relata Sabato, reforzando la imagen de humildad que todo sabio debe poseer.
El escritor realiza una biografía intelectual de sí mismo a través de sus lecturas : Kierkegaard, Jaspers, Pascal, Buber, Unamuno, Nietzsche, Schopenhauer, Emerson, Thoreau, Dostoievski, Cioran, Camus...
A las páginas de “Antes del fin” retornan sus tópicos obsesivos: las críticas al neoliberalismo, al marxismo, al comunismo. Vuelven a aparecer su apuesta a la esperanza privada y a la ecología; la tristeza (palabra que se repite hasta el cansancio); sus premios, reconocimientos y lauros; la muerte de los seres queridos y la propia; la carta a los jóvenes -portadores de la solidaridad y la esperanza-; el irracionalismo y su concomitante crítica apocalíptica a la ciencia; su casa con roturas y paredes descacaradas y la injusticia de los niños de la calle.
Sabato sacraliza la miseria. En ella, dice haber encontrado “la vida esencial”. Asegura en su autobiografía que “donde abunda el peligro, crece lo que salva”. Los pobres son, para él, aquellos “seres que nos revelan lo absoluto”, “Dios se manifiesta en las madres de las villas miseria”, expresa en una romántica apología de la pobreza. Si bien en algunas páginas proclama su lucha contra la falta de justicia social, la pobreza posee -para Sabato- un poder salvífico: hay que aceptar esa condición con “agradecimiento”.
El propulsor de la “Teoría de los dos Demonios” subraya su experiencia en la Conadep. El mismo hombre que participó en la escritura del “Nunca Más” -texto en el que se eluden los nombres de los represores y en el cual se avala la teoría mefistotélica antes citada,- se encarga de repetir que el Golpe del ‘76 se originó por causa del terrorismo (no el de Estado, sino el del “otro demonio”).
El presidente de la Conadep retrata su figura como la de un intelectual aristocrático frente al “típico resentimiento de los mediocres”, categoría en la que incluye a todos sus críticos. La posteridad -como sucede con los héroes y mártires- será la única que le comprenderá. Construcción de sí mismo como héroe portador de valores universales que salvarán al mundo, si el mundo escucha sus prescripciones y obedece.
Una de sus máximas postula: el escritor, en cuanto testigo, deberá prepararse para el “martirologio”. Una y otra vez recuerda a sus lectores que él es un luchador por la justicia social, igual que quienes pelearon en el histórico primero de mayo de Chicago. A la memoria de estos luchadores fue levantada “La Tumba de los Mártires”, rememora. Y ése es precisamente el espacio que este fenómeno masivo está edificándose: un lugar en la tumba de los héroes.
Ante el horror del mundo, ya se sabe, sólo los mártires podrán salvarlo gracias a su mensaje de esperanza, observa a medida que modela su perfil de profeta. “Porque no se puede vivir sin héroes, santos ni mártires”, porque “quedan los pocos que cuentan... son los testigos, los mártires de una época”, aquellos destinados a una “misión superior”, aunque trágica por incomprendida en el presente, se encarga de subrayar este escritor que habla del mundo para terminar hablando siempre de sí mismo.
“Antes del fin”: testamento espiritual de tono profético y grave -cuya profundidad roza, a veces, los límites de lo cómico- que condensa el pensamiento político del habitante ilustre de Santos Lugares.
Hay que reconocer que Sabato olvidó algunos hechos de su vida en estas memorias. Por ejemplo, omite contar que, en la última dictadura, Videla lo “impresionó” por ser un hombre “justo” y “modesto”. Por cierto, el suyo es un anarquismo humanista muy particular. Su permanente ubicuidad le ha permitido apoyar con actitud obediente y elogiosa -según se lee haciendo una genealogía de sus declaraciones periodísticas (ver trabajo de López y Korn)-, la mayoría de los diferentes gobiernos militares y civiles que se han sucedido en la Argentina.
En la presente autobiografía, “la conciencia moral de los argentinos” patentiza su actitud despolitizadora ante lo público y su negativa a pensar en términos de diferencias de clase y de posición, lo cual, junto a una dosis oportunismo, ambigüedad y gestos políticamente correctos, convierten a Ernesto Sabato en un maestro en el arte de la conciliación. El és capaz de estar, a un tiempo, en todas partes: igual que un dios.
Suplemento Temas – La Voz del Interior
Acerca de los programas-tribunal
La tevé y las formas jurídicas

Daniela Spósito


A medida que la confianza en el Poder Judicial se resquebraja al ritmo de la crisis de legitimidad que aqueja a las instituciones democráticas, los programas-tribunal, investidos por formas jurídicas, se erigen hoy como unas de las más eficaces máquinas productoras de efectos de verdad y garantizadoras de control.
Se define como programas-tribunal, aquellos espacios televisivos en los cuales se utiliza la indagación para llegar a autentificar una determinada verdad, a la vez que se establecen reglas de enjuiciamiento capaces de mostrar los conflictos que obstaculizan la vida colectiva. Programas que definen, enjuician y sancionan periodísticamente las reglas y delitos, y anuncian que este proceder garantiza la reapropiación de la justicia por parte de la sociedad civil.
Las formas jurídicas se sirven coyunturalmente de la eficacia de las formas parainstitucionales massmediáticas y, articulándose con las mismas, continúan asegurando determinados efectos hegemónicos de poder y saber, legitimando una determinada distribución de fuerzas dentro del campo de las relaciones sociales.
Estas prácticas mediático-jurídicas hacen aparecer, en lo denotado de su discurso, el derecho democrático de hablar y de estar informados “objetiva y ecuánimemente” sobre todo lo que pasa. Prometen “las dos caras de la verdad” y requieren de los espectadores que mantengan las buenas maneras del diálogo : colaborar antes que confrontar.



Control no tan remoto

Gracias a su eficacia en cuanto a la producción de efectos de verdad, la tevé, investida por el fenómeno jurídico (y también el pedagógico), se constituye como instrumento privilegiado en el actual proceso de reorientación instrumental, definida, en parte, por un achicamiento del gasto público, disminución de la participación ciudadana, descreímiento de las instituciones representativas, crisis de legitimidad de las formas políticas tradicionales, difusión, investigación y definición televisiva de las conductas corruptas de los funcionarios.
En tiempos de transición de una sociedad disciplinaria a una de control (G. Deleuze), nos encontramos con que las disciplinas ejercidas en lugares cerrados, como tribunales y escuelas, ceden el paso a mecánicas de control ejercidas en espacios abiertos : “el aire” televisivo no encuentra fronteras. Pero la voluntad controladora no ha cedido. Simplemente se trata de un cambio de régimen (tal como ha cambiado el régimen político, en las últimas décadas, en la mayoría de los países latinoamericanos : de dictaduras a gobiernos democráticos, aunque la hegemonía neoliberal-conservadora mantenga su identidad).
El control ejercido a través de determinado uso de la televisión, antes que a una democratización de la distribución de fuerzas, implica un nuevo régimen de dominación.
¿De qué manera la eficacia de estas prácticas es usada para mantener la vigencia de un cierto estado de cosas, buscando eficientizar costos ? ¿Cómo este discurso intenta regular los antagonismos sociales y naturalizar el derecho establecido, a la vez que neutralizar diferencias, y de esta manera, hacer aceptable un poder evitando las posibilidades que permitirían pensarlo como intolerable?



Juicios sumarísimos

“La Justicia en este país es adicta al poder y es lenta. En cambio, nosotros, (los periodistas televisivos), hacemos juicios rápidos. Sumarísimos. El acusado queda absuelto o condenado en el momento. Si se compite con la Justicia, pierde la Justicia”, opinaba el periodista Samuel Gelbung en un programa que giró sobre la credibilidad de la tevé.
Tal como lo señala la investigadora en discurso político y géneros discursivos massmediáticos, Leonor Arfuch, la política ha devenido “género massmediático” y “la pantalla se ha constituido en espacio público por excelencia”, en el cual los valores colectivos son custodiados por los conductores erigidos como árbitros garantes de la igualdad.
Así como los ciudadanos estamos atravesados por el orden jurídico desde el nacimiento (somos dados de alta en esta sociedad a través de nuestra inscripción en el Registro Civil), se recibe el alta por segunda vez, superando el estado de ignotos, en otro nacimiento : la ceremonia de aparecer en la pantalla chica, cuyo poder ontologizante otorga -en un medio altamente anómico- un fuerte efecto de pertenencia.



La censura invisible

Pareciera que frente a las “democráticas” cámaras de tevé, todos tuviéramos derecho a “decirlo todo” y toda la verdad pudiera ser allí mostrada, develada.
El periodista Jorge Halperín reconoce que “los medios presionan, amplían la visibilidad de ciertas cosas, pero más allá no pueden ir. Hay otros factores de presión. El periodismo no es un ente aislado que opera solo. Hay un circuito de poder”.
Eso mismo es lo que sostiene el sociólogo Pierre Bourdieu cuando en su libro “Sobre la televisión” se refiere a la “censura invisible” que ejercen la política, la economía, la competencia con los otros programas y los índices de audiencia. Censuras que hacen de la tevé, a través de su eficaz producción de efectos de realidad, un instrumento privilegiado de control simbólico.
“Nuestro actual sistema democrático prevé instancias de control para el Poder Judicial. Pero, a los medios, ¿quién los controla ?, se pregunta el sociólogo Horacio González, quien observa que “queda el interrogante sobre los monopolios comunicacionales y su propia constitución de hecho como un nuevo poder jurídico no controlado por nadie”.
En la revista No hay derecho, Martín Abregú considera la propia justicia mediática como un código propio de procedimeintos, en el cual reglas y delitos son definidos, enjuiciados y sancionados periodísticamente : una reapropiación de la justicia por parte de la sociedad civil, según Abregú, una la justicia mediática para la cual no hay cárcel, reformatorio, multas. Sólo hay un tipo especial de sentencia y de castigo que consiste en definir el acto ilícito.
Pero el discurso acerca de la reapropiación de la justicia por parte de la sociedad civil a través de las prácticas mediático-jurídicas, parece no implicar,de manera mecánica, efectos más justos. Puede significar, por lo contrario, efectos antidemocráticos de apropiación-mantención de determinadas verdades. Cambian los instrumentos formales, en relación a la dominación que emana del Poder Judicial, pero se mantienen los fines y algunas técnicas tomadas, a su vez, de otras formas, como la la presentación de los testigos y la indagación.



“Diga la verdad”

El poder de la indagación mediática se constituye, como dice Milan Kundera recordando el caso Nixon, en “un poder no basado en las armas sino en la nueva fuerza de la pregunta”. En las pantallas vemos aparecer acusaciones sin una base firme, legos dando sentencia, ocupando el lugar de un Estado que ha ido perdiendo visibilidad en los conflictos sociales. La tevé emerge, entonces, como reguladora privilegiada de antagonismos sociales y lugar de proferencia de la verdad (que suele ser puesta en boca de los “expertos”).
El actual ágora electrónica evoca, en los programa-tribunal, aquel mesón común de la democracia griega, alrededor del cual se ubicaban los hombres en posición equidistante a los bienes comunes, colocados éstos en un sitio central. En las Asambleas de aquellas democracias, el centro era el lugar común, lugar sometido a las miradas de todos. La institución del mesón requería que lo allí conversado fuese dado a publicidad.
Las palabras pronunciadas por tevé pretenden ser del mismo tipo : concernientes a intereses comunes.
Las analogías con el mesón son por demás seductoras. Pero el hecho de que la televisión invite a estar informados de todo, a verlo todo con los propios ojos (ser testigos) de manera inmediata, y a compartir un lenguaje que se quiere “universal”, su sola presencia no implica directamente que el televidente tenga voz y voto a la hora de decidir sobre los intereses que le incumben como ciudadano. Tecnopolítica en la cual los ciudadanos, como notaba ya en los ’60 Guy Debord en “La sociedad del espectáculo”, son espectadores de un teatro político en que los entrevistadores suelen ser los representantes, intermediarios, traductores entre la clase política y los intereses públicos.


Teatro político

A diferencia del modelo del mesón, los participantes de los programas-tribunal no suelen gozar de equidistancia con respecto al centro (conductor). A través de una estudiada escenografía se dramatiza un poder que define las asimetrías y jerarquías. El lugar del centro será ocupado por quien, pese a sus intenciones de ecuanimidad, tendrá la última palabra y dictaminará en consecuencia. Se produce un fenómeno análogo al ritual jurídico. Dice la especialista en derecho Esther Kaufmann con respecto a éste último, que allí “se constituye un ámbito donde se operan mecanismos de resignificación de las identidades sociales y políticas”. Así en el estrado como en la tevé.
¿Qué efectos conlleva este modelo de representación cuasi-teatral que comparten los instituciones representativas modernas y la televisión?
El politólogo Eduardo Rinesi contesta este interrogante evocando a Rousseau, para quien el teatro era “la perfecta metáfora del modelo político de una democracia liberal, representativa, que retacea a sus ciudadanos el derecho a la deliberación y a la participación activa en la gestión de sus asuntos comunes (en la ‘escena’ -como se diría más tarde- de lo ‘público’)”. Opinaba Rousseau acerca del teatro que éste “constituye la forma más perversa, opaca y mediata de relación y de comunicación entre los hombres. Reunidos pero insanablemente solitarios, juntos pero penosamente aislados en la oscura soledad de sus butacas, los espectadores del teatro representacionalista moderno no encuentran entre ellos otro lazo que su común mirada sobre un centro que sólo los hermana en su pareja condición de receptores pasivos”.


La guerra o la paz

Todo diálogo mediático, entonces, por más transparente y universal que se quiera, partirá siempre, irremediablemente, de una asimetría esencial.
Los juegos dialógicos con pretensión democrática que aparecen en los programas-tribunal se apoyan en una metadecisión que ha establecido, a priori, los límites discursivos. Sostiene M. Foucault que “quien dice tribunal, dice que la lucha entre las fuerzas presentes está, de buen grado o por fuerza, suspendida ; que en cualquier caso, la decisión tomada no será el resultado de este combate, sino la intervención de un poder que será, para unos tanto como para los otros, extraño, superior ; que este poder está en posición de neutralidad entre ambas partes y que puede, en consecuencia, que en todo caso debería saber, en la causa, de qué lado está la justicia. El tribunal implica, además, que existen categorías comunes a ambas partes en litigio y que las partes eligen someterse a ellas”.¿Podrá seguir hablándose, pues, de paz discursiva ?
El conductor que, en vez de tomar explícitamente posición y proclamar su subjetividad, se declara neutral, asume el papel de juez que dictamina verdad acerca de los discursos sociales. En este sentido, el programa-tribunal emerge como un mecanismo privilegiado de control público -que ingresa hasta en lo más íntimo de los reductos de lo privado- por su alta eficacia a la hora de producir sentido y construir un orden, a través de una previa selección de las reglas de juego del diálogo, de las problematizaciones e invitados.


Puesta en escena

Los programas-tribunal son sometidos a los límites establecidos por su propia lógica y por los intereses de la producción. La escenografía suele estar compuesta de acuerdo a una meditada construcción de un espacio que, por lo general, tiene reminiscencias de cátedra o de tribunal. El tiempo siempre tiraniza con su demanda de celeridad, fenómeno que ha traído como consecuencia la aparición de lo que Bourdieu ha dado en llamar los “fast-thinkers”, quienes “piensan más rápido que su propia sombra”.
La gente, ubicada en tribunas, expone sus problemas pero difícilmente tenga adjudicado el tiempo necesario para una reflexión después de haber desplegado verbalmente el asunto que les aqueja. En este sentido, adolece de condiciones de posibilidad para una crítica medianamente procesada.
Los discursos de las tribunas suelen ser más emotivos que reflexivos. Emotividad que genera, por cierto, efectos de verosimilitud, pero ésta queda desacreditada, luego, frente al discurso más “desapasionado” y “racional” de los “expertos”.
Una marcación deliberada de las problematizaciones y sus límites, una jerarquización de los saberes expertos por sobre los de la “gente” (los expertos suelen estar ubicados más cerca del conductor que la gente, tienen más tiempo para sus reflexiones, mayores posiblidades de replicar y generalmente, junto al conductor, dan la última palabra), es rematada por una cuidada estrategia discursiva que, a través de dar al otro, al adversario, la palabra, se pretende objetiva, aunque la conclusión esté determinada de antemano.
Cultura - La Voz del Interior

TITULO
Pensar el cambio
· Los desafíos del nuevo milenio, Entrevistas a los grandes pensadores contemporáneos, por Daniel Ulanovski Sack, Editorial Aguilar, 1999, 308 pgs.

Por Daniela Spósito

El acercamiento del 2000 constituye el eje que estructura estos treinta y cinco textos, publicados originalmente en Clarín, entre los años 80 y durante los 90. Se trata de una compilación de entrevistas realizadas por el periodista Daniel Ulanovsky Sack a pensadores de la segunda mitad de este siglo.
Prologado por Fernando Savater, este libro profesa mirada ciertamente optimista: considera que la principal tarea ética y política consiste en emitir “propuestas que favorezcan la reconciliación de intereses a gran escala”. El espíritu conciliador del interrogador es roto bruscamente por las actitudes y opiniones de algunos de los entrevistados. Es lo que sucede, por ejemplo, con Perry Anderson o Claude Levy-Strauss.
Los nombres seleccionados configuran un corpus de heterogéneo que coincide en eludir los lugares comunes que se plantean en algunas preguntas. Esta polifonía de opiniones construye un campo interesante para la reflexión, que excede las perspectivas -por momento excesivamente simplistas-, de un periodismo de divulgación preocupado por “traducir” al “lector medio” debates de un alto nivel conceptual.
Una lectura del índice ofrece una idea acerca de la vasta gama de posiciones que ocupan las figuras elegidas para esta compilación.
El cuestionamiento al postulado acerca de la relación necesaria entre economía de mercado y exclusión es el tema abordado con Alain Badiou, Jeremy Rifkin, Marshall Berman y Perry Anderson. Paul Kennedy, John Kenneth Galbraith, Noam Chomsky y Guillermo O’Donnel se refieren al rol del estado en las actuales democracias occidentales. Los conflictos de intereses en una sociedad mediatizada son pensados por Nicholas Negroponte, Alejandro Piscitelli, Armand Mattelart y Roger Chartier. Por su parte, Claude Lévi-Strauss, Teun van Dijk y Samuel Huntington son interrogados acerca de las luchas por el poder entre culturas diferentes.
Las entrevistas sirven como medio, también, para reflexionar acerca del terrorismo de estado (Estela de Carlotto y Simone Weil). Tulio Halperín Donghi, Darcy Ribeiro, Ariel Dorfman, Mario Benedetti, Daniel Moyano y Néstor Taboada Terán dan forma a un diálogo acerca de las posibilidades de la integración latinoamericana.
Por el capítulo dedicado a Medicina y Sociedad, circulan los nombres de Ester Polak de Fried, Jorge Blaquier, Susana Sommer, Reinaldo Chacón y Pedro Cahn. Gianni Vattimo, David Leavitt y Juan José Sebreli son interrogados acerca de la homosexualidad. El problema del futuro como incertidumbre es el tema sobre el que giran las reflexiones de Edgar Morin, Nicolás Casullo y Denys Arcand. Finalmente, Norman Mailer, Carlos Fuentes, Adolfo Bioy Casares y Ray Bradbury se refieren a los temores y deseos que trae consigo la cercanía del próximo milenio.
_”Vidas filosóficas”, PRESENTADO POR TOMAS ABRAHAM, EDITORIAL EUDEBA, BUENOS AIRES, 1999, 490 PAGINAS.
Por Daniela Spósito
Por Daniela Spósito. Tomás Abraham ha modelado una imagen de sí como la de un desajustado cultural. Abraham se las arregla para compatibilizar esta faceta con sus múltiples compromisos: es profesor titular en la Facultad de Filosofía de la UBA; director de un seminario de aficionados a la filosofía; intelectual mediático que opina -regularmente-, sobre múltiples temas sociales y productor de ensayos, cuyo nivel teórico suele presentar importantes altibajos. “Vidas filosóficas” es una serie de ensayos sobre pensadores (buena parte de ellos no incluídos en el cánon de la tradición filosófica académica), realizados por un grupo constituido, mayoritariamente, por profesores universitarios que se reúnen -desde hace quince años-, alrededor de la figura de Abraham. La selección de los biografiados muestra una voluntad cierta de romper con los objetos de estudio ontológicamente preconstituidos por las fronteras disciplinarias. Un eclecticismo que se desliza epistemológicamente ejerciendo un efecto de corrimiento de los límites que definen el campo de lo filosófico. Y generando un escándalo aún mayor: no son grandes sistemas los que se piensan sino biografías. Lo que aquí interesa, lejos de ser la curiosidad por los detalles psicológicos de los retratados, son aquellos gestos mínimos que, a través una intensa construcción de sí, han ejercido algún efecto en la esfera de lo público: momentos de intersección entre un estilo de vida y una obra. La meditación filosófica es entendida como una práctica que implica una mirada radical sobre la vida misma: “la filosofía es una invención humana y depende de los límites de la posibilidad humana, puesto que un filósofo no tiene ninguna relación con un más allá, ni con el núcleo central del mundo de los mundos. El conocimiento de la totalidad no es una operatoria filosófica sino un sueño teosófico”, dice Abraham en la Presentación del libro y remata: “Una vida filosófica es una vida que necesita de la vida para vivir”. “Vidas filosóficas” se plantea en el marco del proyecto foucaultiano de pensar la filosofía como un ejercicio ético, en el sentido de una estética de la existencia: arte de la delimitación de nuevas subjetividades que excedan el marco previsible de las estructuras que las sujetan.
Como en la taxonomía de la enciclopedia china borgeana, esta conjunción de pensamientos produce un extraño efecto de dislocación, profundizado por las escenas elegidas para ser narradas: las cartas de Hegel a su bodeguero, el encuentro de Sartre con John Houston, los miedos profundos de Wittgestein, las obsesiones de Gombrowicz...
Textos de Hebe Uhart, Carlos Correas, Alejandro Rússovich y del mismo Abraham, entre otros, dan cuenta de las vidas filosóficas de Sartre; Séneca; Sócrates; Aristóteles; Maquiavelo; Kierkegaard, Horkheimer; Agustín; Foucault; Levinas; Platón; Hegel; Rousseau; Pascal; Simone Weil; Witgenstein; Gombrowicz; Unamuno; Arendt; Heidegger; Ortega; de Beauvoir, Maimónides; Bergson y Soros.
ENTREVISTA A IRVIN YALOM – Mayo de 2000
CULTURAL


VOLANTA
Irvin Yalom

TITULO
El éxito de un escritor psi

Por Daniela Spósito
Este escritor-terapeuta ha sabido convertir en una exitosa operación comercial el desplazamiento de la escena privada del consultorio a la escena pública de la literatura. Pero, a pesar de su impresionante éxito editorial (sus últimos cuatro libros han sido best-seller en distintos países), nunca se ha tentado por dejar su actividad como psicoterapeuta para dedicarse sólo a la escritura. Irvin D. Yalom comenzó a incursionar en el territorio de la ficción narrando situaciones reales ocurridas, entre él y sus pacientes, en su consultorio. “Trato de usar experiencias de personas que atendí hace diez años o más, para proteger su intimidad”, explica este psicoterapeuta existencial que acaba de visitar Córdoba para presentar su última obra: Terapia a dos voces (Editorial Emecé). En este libro Yalom cuenta los pormenores del tratamiento con una ex-paciente, a través de tres voces(a pesar de su título y, a propósito, son significativos los errores de edición). Confluyen, entonces, los relatos de la paciente (como no puede abonar su tratamiento, Yalom le propone que pague escribiendo el diario íntimo de las sesiones); el novio de ésta(integrado, en un momento, a la terapia) y el del terapeuta, quienes registran, por separado, sus impresiones de cada sesión.
De los textos de Yalom puede decirse aquello que Borges observaba acerca de la historia de Emma Zunz: se imponen porque “verdadero era el tono(...), verdadero el pudor, verdadero el odio (...); sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios”. Ficcionales pero probables, así son los personajes construidos por la pluma de este escritor, cuyo rostro, constituye su más acabada producción: parece el mismísimo Freud salido de un retrato. Con el gesto enigmatico de interrogar el mundo oculto de las subjetividades ajenas, Yalom hace uso de la práctica psicoterapéutica y de ciertas técnicas que conminan a confesar la intimidad por escrito, para incitar a los otros a decir la “verdad” sobre sí mismos.
El discurso testimonial, ubicado en una frontera con los géneros epistolar, confesional y autobiográfico, genera un fuerte efecto de desficcionalización sobre estos relatos, en los que aparece, como caución de realidad, la fecha de las sesiones, el nombre de Yalom y el seudónimo de los pacientes. La escritura sobre lo sucedido en el ritual de confidencias del diván es concebida como una herramienta, tanto terapéutica, como prescriptiva y propedéutica. El dispositivo utilizado aquí por Yalom insta a la revelación de los propios secretos -incluidos, ante nada, los sexuales- frente un tercero que analiza y amaestra y, consecutivamente, frente al gran público lector. Una maquina indagatoria que promete -si nada se le oculta- la cura que implica, en este caso, el logro de una identidad con sentido.
En la línea de Víctor Frankl, para Yalom, el anatema del vacío existencial es concebido como la matriz de todos los problemas psicológicos. Sus novelas, -desarrolladas en el escenario de la clase media estadounidense-, problematizan temas como la transferencia analítica, la ética de los terapeutas, la confidencialidad de lo tratado en las sesiones y los problemas que enfrenta el psicoanálisis frente a las terapias breves y alternativas.
La saga de Yalom promete a sus lectores una dosis de “esclarecimiento”. Así lo define él mismo quien, entrevistado por La Voz del Interior, asegura que sus textos “están escritos para dejar una enseñanza”. Y anuncia que, además de estar bosquejando una novela sobre Schopenhauer, está escribiendo, en este momento, un libro que no es de ficción: “Algo así como ochenta consejos para terapeutas”. Este terapeuta-escritor ha sabido convertir, también, en una exitosa operación comercial el desplazamiento desde la escena pública de la literatura a la escena privada de su propio consultorio, seguramente más concurrido a partir de sus éxitos editoriales.

NOTICIA
Psiquiatra existencialista y profesor de psiquiatría de la Universidad de Standford y de la Universidad de California. Además de su obra de ficción, Irvin D.Yalom ha escrito varios libros de texto sobre psicoterapia.
Sus cuatro libros anteriores, publicados a razón de uno por año, han resultado best-seller. El día que Nietzsche lloró, de 1995, lleva ya doce ediciones publicadas. Desde el diván, Verdugo del amor y Mamá y el sentido de la vida también han sido reeditados. Algunas de sus novelas describen situaciones terapéuticas de pensadores históricos en un registro de ficción. Otras, son recreaciones de las sesiones que él ha mantenido con sus pacientes en su consultorio como psicoterapeuta. Yalom considera que sus novelas son una forma de protesta frente a la psiquiatría actual que “cada vez utiliza más medicación y casi nada de psicoterapia”.
SUPLEMENTO TEMAS - La Voz del Interior
NOTA SOBRE PEDRO ZANNI

VOLANTA
La hazaña de Pedro Zanni y Felipe Beltrame

TITULO
Dos tipos audaces

Por Daniela Spósito

SUMARIO

Corría julio de 1924. Los aviadores argentinos Pedro Zanni y Felipe Beltrame decidieron poner en marcha el mayor anhelo de sus vidas: dar la vuelta al mundo en avión, un Fokker monomotor de 450 HP llamado “Ciudad de Buenos Aires”. La nave decoló de Amsterdam dispuesta a realizar con éxito la asombrosa hazaña. Pero dos accidentes frustrarían la gran ilusión.


Aquellos eran tiempos en que la naturaleza ya había dejado de considerarse una fuerza autónoma y omnipotente para pasar a ser vista como algo contra lo que los hombres podían luchar para conquistar fines prácticos.
Pero, igual que el personaje del capitán Ahab en Moby Dick, Pedro Zanni y Felipe Beltrame -buscadores aéreos de la “Ballena Blanca”-, no pudieron jamás alcanzar su objetivo: vencer absolutamente las inclemencias climáticas y las limitaciones de la técnica para rodear con su pequeña nave aérea el planeta tierra. Sin embargo, su intento no dudó de ser calificado como heroico. Zanni y Beltrame ocupan hoy, en el mundo, uno de los primeros lugares en materia aeronáutica de la época. El reconocimiento otorgado a ambos aviadores puede encontrarse en el recuerdo de los más memoriosos y en periódicos de la época. Recientemente, uno de los nietos de Beltrame, Alejandro Gullo, ha rescatado esta historia en su libro La gran aventura de Pedro Zanni y Felipe Beltrame.
A setenta y cinco años de aquel periplo, Gullo realiza una minuciosa crónica de una de las más apasionantes de las anécdotas aeronáuticas que se hayan registrado jamás en la Argentina.

La búsqueda de lo absoluto
La lucha titánica entre la voluntad de estos dos hombres y las fuerzas espontáneas de la naturaleza perseguía el sueño que muchos años atrás había tenido aquel visionario llamado Julio Verne. Separados en el tiempo y, también, por los débiles hilos que dividen la realidad de la ficción, los dos aviadores argentinos compartieron con Verne la obsesión por encontrar, en sus increíbles viajes, un algo absoluto e inquietante.
Otro visionario como Da Vinci, quizás pueda haber sentido este mismo sabor de la indagación en los ámbitos de lo que, hasta su época, permanecían como el territorio de lo imposible.
En la misma época en que Cristobal Colón desembarcaba con sus carabelas en territorio americano -más de quinientos años atrás-, el gran Leonardo se encerraba en su estudio abocado al misterio del vuelo humano. ¿Podría el hombre -capaz de cruzar mares en unas naves de madera y mástiles-, llegar, algún día, a surcar los cielos?
A Da Vinci se le deben los primeros estudios sobre aeronaves y paracaídas. Pero sería necesario esperar aún 300 años para que los hombres pudieran despegar la tierra a bordo de los primeros globos libres. Cien años más tarde, el francés Clément Ader inventaba una frágil máquina voladora que se llamaría avión. Así fue como comenzó la odisea por la conquista de los cielos.

La conquista que no fue
El libro de Gullo se inscribe en las memorias de viajeros. Se trata del relato de las aventuras aéreas de Zanni y Beltrame, quienes llegaron a navegar -a pesar de todos los problemas que atravesaron- 19.000 kilómetros por sobre Europa y Asia.
Con el apoyo monetario de múltiples colectas realizadas en todo el país, los aviadores abandonaron tierra firme en Amsterdam, con el propósito de dar la vuelta al mundo. Sobrevolaron algunos lugares conocidos; otros, de nombres ignotos, parecían sacados de los cuentos de Las mil y una noches. Amsterdam; París; Lion; Roma; Salónica; Aleppo; Basora; Bender Abbas; Karachi; Cawmpore; Allabad; Isri; Calcuta; Rangun; Bangkok; Vinh; Hanoi. Ciudades que proponían a los viajeros, los más temibles obstáculos: fuertes lluvias y tormentas, estaciones radiotelegráficas que debían ser esquivadas, nubes de arena y polvo, fuertes calores, vientos Monzones, pantanos, la ruptura de la hélice y de la cámara de una de las ruedas... Estas fueron sólo algunas de las pruebas que se pusieron delante del camino de este par de audaces.
En una de las paradas, debieron cambiar de avión y prosiguieron viaje en el “Provincia de Buenos Aires”, acondicionado como hidroavión.
Luego vinieron Hong Kong; Foochow; Shangai; el Mar Amarillo; Kagoshima; Kushimoto; Kasumigaura; Osaka... Allí los esperarían otras increíbles aventuras. Tuvieron que hacer frente a la ruptura de un tanque de nafta y, en un momento, tuvieron la necesidad de un acuatizaje forzoso. También sobrevolaron una guerra civil, por la que tuvieron que pasar munidos de una bandera neutral.
A Tokio, destino que marcó, fatalmente, el final del viaje, llegaron en mayo del ’25. No pudieron atravesar el Pacífico Norte que los llevaría a Norteamérica. Una ola embistió contra el avión, que comenzó a hundirse. Este accidente destruyó al “Provincia de Buenos Aires”. Una lancha pudo rescatar con vida a los aviadores. El catastrófico evento marcó el final del sueño.

La gran aventura
El material de La Gran Aventura está sostenido por un importante caudal de documentos verídicos, que permiten recrear la atmósfera imperante en una época de exploraciones geográficas y científicas abiertas a lo incierto.
La travesía de Zanni y Beltrane muestra el entusiasmo de dos hombres lanzados a conquistar el espacio aéreo; entusiasmo que se ve convertido, a veces, en una aceptación de los límites que la realidad impone. La catástrofe generada por la ola marcó el final del viaje: habían recorrido menos de la mitad del camino previsto.
La narración de Gullo, rescata, a pesar de los resultados fallidos de la aventura, un perfil heroico de los aviadores. Dice Gullo, en su intento de salvar la hazaña de Zanni y Beltrame de su inscripción en la lista de los fracasos nacionales: “fue necesario abandonar definitivamente el vuelo alrededor del mundo, la aventura había terminado, y truncada la ilusión de lo que pudo ser la máxima conquista argentina, quedando como raid Amsterdam-Tokio. No obstante, quedó la satisfacción de poder decir que, aunque el vuelo no había sido totalmente cumplido, dejó un saldo favorable para el país (...)”.
Nada satisfacía más a estos dos hombres, que el llegar a dibujar, con la estela de su nave, el diámetro completo de la tierra. La idea abrumadora de alcanzar lo imposible seguirá impulsando, seguramente, los afanes de los aventureros del presente. Quizás haya que preguntarse, como lo hiciera Herman Melville en su relato sobre la Ballena Blanca, si lo que mueve a ciertos hombres a ir cada vez más lejos, sin cesar, no tendrá que ver, además de con los desafíos del mundo exterior, con las necesidades humanas más íntimas ligadas a la búsqueda de lo absoluto, aquella errante blancura incomprensible de la Gran Ballena -entre demoníaca y divina- que mora en algún lugar del corazón de los audaces. Aquello misterioso y subyugante que habita, como lo atisbaron Zanni y Beltrame, en ese cielo sin límites.

140 l.
Decamerón cordobés
Libros uno y dos: de los cuerpos y de la soledad
Babel Editorial
Córdoba 2006
216 páginas
Sergio Campbell, Alejandro González Foerster, Estela Smania, Lucio Yudicello, Roberto Miranda, Enrique Aurora, Silvia Atwood, Fernando López, Andrea Guiu, Diego Tatián, Federico Falco, Gastón Sironi.

Título: Los riesgos de la producción colectiva

Por Daniela Spósito.
El primer volumen del Decamerón cordobés contiene los dos primeros de una serie prevista de una decena de libros de diez relatos cada uno, en la tradición inaugurada por Boccaccio. Un ambicioso proyecto que intenta, a lo largo de cien historias, narrar la vida cotidiana en la Córdoba contemporánea. Esta empresa colectiva nació a partir de la convocatoria del cuentista y novelista Fernando López a un grupo intergeneracional de escritores éditos cordobeses nativos o por adopción ( Silvia Attwood, Alejandro González Foerster, Estela Smania, Roberto Miranda, Enrique Aurora, Sergio Campbell, Lucio Yudicello, Andrea Guiu, Federico Falco, Diego Tatián y Gastón Sironi). Si bien este Decamerón autóctono, que reúne también trabajos del mismo López, pretende ser leído en clave de producción anónima, “un escrito polifónico” –dicen sus responsables-, su índice delata las autorías de cada cuento (sólo el prólogo es anónimo). El grupo -que ha sufrido, desde su inicio, algunos recambios- tiene un funcionamiento singular: el equipo se reúne mensualmente en encuentros festivos y culinarios. En dichas oportunidades, cada uno lee ante sus compañeros sus escritos en voz alta y es criticado por el resto, de manera “democrática”, según expresan sus integrantes. El resultado es una síntesis demasiado heterogénea que señala la dificultad que implica delegar la selección de la calidad narrativa al mismo colectivo de producción. Las referencias a la ciudad de Córdoba, punto en común de todas los historias son, en ciertos casos, un tanto forzadas. No obstante la disparidad del riesgo estético asumido y, aunque el proyecto postule su anonimato, algunos relatos que circulan por este Decamerón dan cuenta de que algo interesante está pasando con algunos nombres de la narrativa cordobesa actual.
Título: Los “condenaditos”
Con el aura del margen. Cultura argentina de los ‘80/’90
Alción Editora
Colección Gryga del Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba
María Alejandra Minelli


Por Daniela Spósito - Según Kristeva, el concepto de generación supone menos una cronología que un espacio significante; un espacio mental, corporal y deseante. La operación de lectura que efectúa la investigadora María Alejandra Minelli en Con el aura del margen analiza la generación literaria que, en la Argentina postdictatorial de los ochenta, interpeló desde una estética antiépica, no a sólo los valores e instituciones tradicionales sino también al arte militante del momento. Minelli observa las producciones de Perlongher, Aira, Lamborghini, Copi, Pizarnik y Di Giorgio, así como las estrategias de este grupo para construir su visibilidad pública desde una posición ex-céntrica. Minelli realiza, además, un recorrido por otras expresiones de la época que, aunque vinculadas en algunos casos a la industria cultural, también propusieron una revisión de los valores vinculados a la identidad nacional. Tal es el caso del teatro de Emeterio Cerro, Tortonese, Barea y Urdapilleta; el rock de Prodan, Soda Stereo y Los Redonditos de Ricota y el humor de Fontanarrosa y Caloi. Este estudio académico no pretende hacer un contracanon ni un estudio de la recepción. Tampoco problematiza acerca de cómo la consagración finalmente concedida por la crítica, la academia y el mercado, no melló el aura marginal de esta generación de escritores definida por la autora como “los condenaditos”, tomando un término acuñado por Foucault para denominar a los diferentes en relación al poder hegemónico. Lo que Minelli piensa es cómo estas estéticas herejes y “menores” (en un sentido deleuziano), violentaron el sistema de nominaciones y clasificaciones vigentes para redefinir la literatura, la figura de escritor y para, finalmente, legitimarse como nuevo espacio significante, como generación con el aura de lo marginal.
Relatos críticos
cosas animales discursos
Nicolás Rosa
Santiago Arcos Editor
Parabellum/ensayos
Buenos Aires, 2006
241 pgs.


Diario Perfil - 12/11/06

Título: “Estar en metáforas”

Por Daniela Spósito - Los ensayos que componen Relatos críticos, cosas animales discursos están sostenidos por una insistencia epistemológica en la línea de Foucault y Deleuze: el pensamiento de la pluralidad, contra la dialéctica de lo uno y lo múltiple. Desde una crítica que se erige conciente de su propio estatuto ficcional, Rosa transita asuntos varios: la diferencia entre viajero y turista; la crítica comparatista; la lengua nacional en tiempos de globalización; lo Neutro barthesiano; los Lamborghini; la relación cuerpo/literatura en Perlongher; las lecturas del Quijote; la pasión humana y la animal. Lo que retorna en cada capítulo es el problema de las taxonomías, cuestión que atraviesa nuestra actualidad si entendemos, tal como sostiene Rosa, que vivimos en un mundo que rechaza “por horror semiótico lo insituable”, lo desviado. El discurso, abstenido de localizar un término fundador en la cadena interpretativa de sustituciones, construye sus objetos y teorías, sus órdenes y clasificaciones, en los límites impuestos por la metáfora. Frente a la imposibilidad de la traducción, a la condena humana de “estar en metáforas” sin origen, lejos por siempre de la realidad de las cosas, la ficción tiene la capacidad de apelar a lógicas inventivas, heterológicas y de construir series heterogéneas, que deben ser leídas en el marco de sus condiciones históricas de producción. El sentido es paradojal, está producido sobre una vacilante instauración de un orden de cosas. Pero, las cosas y, también, los animales, el instinto y la pasión, la cosa humana, acechan, inescrutables, desde su enigmática indeterminación. En la insistencia de Rosa percute el eco nietzscheano: “La naturaleza no conoce formas ni conceptos, por lo tanto, tampoco especies, sino sólo una X indefinible e inaccesible para nosotros”[1].



[1] Nietzsche, Friedrich. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.
Acerca de Libro de ojos
Andrea Guiu
Alción Editora
Córdoba, 2006

Por Daniela Spósito. En este bello y extraño libro, el Libro de los Ojos, Andrea Guiu no puede fugar de su oficio: prehende la carne y la convierte en poesía. Poesía que, como la cámara de fotos de la corresponsal de guerra Corinne Dufka, “salta entre los cuerpos y (...) golpea (en) el plexo”[1]. Las cosas del mundo acechan, inescrutables, desde su enigmática indeterminación frente a la cámara de fotos o la pluma que intentan darles presa. Alejados para siempre de lo Real, sufrimos la condena de tener con las cosas del mundo una relación de impostura; enredados entre los límites impuestos por la metáfora, subterfugios. Ningún origen ahí, por detrás o por debajo, ningún reflejo: fotos. Dice Nietzsche: “La naturaleza no conoce formas ni conceptos, sólo una x indefinible e inaccesible para nosotros” [2]. ¿A qué categoría pertenece el Ojo? Ojo/cuerpo. Ojo/carne. Ojo reticulado de nervios. Ojo/cosa. Ojo/ mundo. El ojo está ahí, puro enigma, presencia interpelante. La mirada, en cambio, en su mirar, ya impone un orden, unas determinaciones. Construye y en esa construcción escópica, irremediablemente situada y limitada (por la luz, la perspectiva, la memoria, el deseo y el miedo), se aleja del mundo que pretende aprehender: conoce objetos.
El Ojo, Real. La mirada, imaginaria. “Usted nunca ve sus propios ojos –dice Barthes- a no ser que estén embrutecidos por la mirada que posan en el espejo o en el objetivo de la cámara (me interesaría sólo ver mis ojos cuando te miran). Aún y sobre todo respecto a su propio cuerpo, usted está condenado al imaginario”[3]. Pero también, uno nunca ve los ojos que miran los propios. Siempre, la distancia imaginaria de la mirada.
La poeta quiso un libro de ojos, no sólo de miradas. Limitada por su propia mirada, atrapada en una interminable cadena de sustituciones sin término inicial, no pudo dar cuenta de los ojos.
Entonces, los dibujos. Y en los dibujos de Andrea, algo de lo irrepresentable, algo de otro orden: un resto espectral en el ojo del ave o de la bestia. Un ojo que no es el de Edipo, que ha visto y sabe demasiado. Ojo animal como el enigma mismo de las cosas en su soledad-; infigurable; inescrutable corazón de las cosas. Anónimo ojo/carne, obstinado, no descriptible ni asible. Ojo/Real. Ojo/cuerpo. Ojo/mundo. Salvaje cosa, el ojo, cosa entre otras cosas del mundo. Los ojos del Libro de ojos nos incomodan. Lo sabemos: “tarde o temprano (esos ojos) no dejarán de sobresaltarnos”[4].
Escribir es pretender encontrar algo escondido y, en su lugar, encontrar siempre otra cosa: la escritura. Nunca el ojo es lo que encuentro debajo del maquillaje. El stripper advierte, detrás del “velo, el antifaz, la máscara astringente (...) la última partícula de rimmel, las pestañas postizas”[5], su fracaso. Debe recomenzar una vez más. Y recomienza. Escribe.



Daniela Spósito
Córdoba, setiembre de 2006

[1] Guiu, Andrea. Belle de jour, en Libro de Ojos.
[2] Nietzsche, Friedrich. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral
[3] Barthes, Roland. Roland Barthes por Roland Barthes (Monte Avila editores)
[4] Rosa, Nicolás. Exhortación, en Relatos críticos cosas animales discursos (Santiago Arcos editor)
[5] Guiu, Andrea. Stripper, en Libro de Ojos (Alción editora)
“Esta guerra ‘limpia’ constituyó la prolongación de aquella otra guerra ‘sucia’ que la requirió” (León Rozitchner,
Las Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia. Biblioteca Política Argentina. CEAL.1985)

A propósito de la reedición de los Pichiciegos

El negocio Malvinas
Por Daniela Spósito. Una de las noticias editoriales más importantes del año que pasó fue la reedición de Los Pichiciegos, Visiones de una batalla subterránea, de Rodolfo Fogwill, esta vez por editorial Interzona. Los Pichiciegos (o los “pichis”) son un grupo de argentinos desertores que pasaron la guerra de Malvinas metidos en una cueva subterránea. A estos seres frágiles y carenciados, reducidos a un estatus casi animal, lo único que los une es su necesidad de sobrevivir, a toda costa. Desde ese lugar donde lo humano se ha bestializado, intentan satisfacer sus cuestiones vitales básicas apelando a una moral del cálculo. Sin valores, sin historia, sin posibilidad de plantearse proyectos hacia el futuro, podría decirse que los pichis son “algo menos que humanos”[1]. Saben que Malvinas es una lucha que no les pertenece. El afán puro de supervivencia los convierte en comerciantes que, desde una lógica pragmática, todo lo reducen a una mercancía. Todo es negociable para los pichis. Incluso, llegan a hacer negocios con los ingleses cuando, por ejemplo, se les acaban las pilas. No se trata, entonces, de una lucha por una frontera. Mucho menos por unos ideales. Estamos ante guerra por la vida en su estado más animal, la nuda vida. Y en esa lucha, es preciso estar del lado de los que permiten asegurarla, a cualquier costo. Los pichis pueden ser leídos, según el mismo Fogwill, “como una alegoría del sistema cultural argentino. Las acomodaciones, los intercambios, los cambios de camiseta, la sumisión a un poder autogenerado”[2], los amiguismos.
En uno de los tramos más interesantes de la novela se ve cómo los oficiales argentinos y los ingleses confraternizan. En sus conversaciones, los pichis aseguran que “los que mandan”, sean ingleses o argentinos, hablan distinto pero no son diferentes: “son como iguales, se tratan como iguales, toman el té juntos”. Aquí hay una clave para pensar la guerra por fuera de la típica dicotomía futbolera: argentinos versus ingleses. La guerra es un negocio entre clases dominantes que hacen sus alianzas más allá de las banderas o las mitologías nacionales. Y uno de los botines de este negocio fruto de alianzas entre empresarios, políticos y hombres de armas es la memoria –desde la que se construye la identidad nacional- que, como dice Fogwill en otro de los tramos de la novela, siempre depende de los que mandan.
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[1] Categoría acuñada por Judit Butler en Vida precaria, El poder del duelo y la Violencia. Paidós. 2006.
[2]25/3/06. Clarín. “Fogwill, en pose de combate”. Entrevista a Fogwill por Martín Kohan,